Desengaño


¿Cuántas veces te has mentido a ti misma? Quizás más de las que puedas admitir o incluso recordar. Te has dicho que sólo es un juego y sólo te lo has tomado en serio, te pierdes entre la delgada línea de lo que es fantasía y realidad. Sigue mintiendo, sigue creyendo pobre ilusa, admite que nunca te has enamorado, sólo sí puedes hacerlo sin sentir que te condenas a una asquerosa farsa. No puedes porque sabes que ahí está, en tu mente mientras cada uno de sus movimientos altera tu interior, te vuelve loca sí está, sí no está, sí responde o sí no lo hace. Te ha cambiado la vida y lo sabes bien, desde entonces no puedes dormir bien, esperas, esperas y te cansas, te duermes y lo sueñas, despiertas y lo extrañas, lo buscas, todo el día lo buscas más no lo encuentras, no lo afrontas lo evades, un instante desaparece, lo notas y luego te abraza la ansiedad, la tristeza, el insomnio, la mentira. Siéntes el vértigo de entregarte, darte completa y volver a caer en el dolor, disfrutar del vacío total del desamor, fundirte y encontrar el regocijo de sentir como se desgarran tus adentros, saber que a lo único que te puedes aferrar hiere y es mejor que nada, mejor que la felicidad, porque esta no existe. ¿Cuántas veces me he mentido? No hay peor engaño que el que se hace a uno mismo, pero aún es peor haberme dado cuenta que lo único que siento no se puede describir ante tus oídos, porque lo mejor es seguirme engañando y creer que no te necesito.

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