Diario - 2 de septiembre

Hace pocos días le envié un mensaje, inesperadamente mi corazón se agitó con una taquicardia horrible, me dije a mí misma: “¡Cálmate!”, mientras intentaba que los latidos se normalizaran.


Para iniciar la conversación, un saludo como siempre, no tardó mucho en contestar, no recuerdo el tiempo transcurrido ya que antes de recibir respuesta estaba más ocupada en tranquilizarme que en checar la notificación.


Un cordial saludo recibí de vuelta, lo cual me sorprendió; esperaba más un reclamo o cero respuesta, en realidad. Contesté con una despedida, porque ante todo lo que ha pasado y el historial acumulado creo que siempre he sido yo la que lleva las de perder, y el problema no es quien gana o pierde, la cuestión es que duele y todos estos sentimientos me enferman, me consumen, me van apagando y degradando hasta un punto que no sé si exista un final.


De cualquier forma, él me respondió con indiferencia, como muchas otras veces lo ha hecho, lo cual me pareció siempre insensible, pero quizás sea lo mejor y agradezco en parte que facilita más las cosas para mí.


He pensado que él ha tenido piedad al contestar de esa manera y no mantenerme con esta falsa esperanza que aún asoma la cabeza como una aguja punzante. No sé cuándo desaparecerá esta costumbre matutina de pensarlo y luego ponerme triste o, por el contrario, no sé si despierto triste y luego lo pienso.


Esta noche soñé con su voz, tres palabras improbables resonaron fuerte en mi ensoñación y me hicieron sentir una alegría a tope. Se escuchaban fuertes, hacían eco y llegaban sin ninguna imagen, como si mis ojos estuvieran cerrados y trajera puestos auriculares, y de ellos emanara su voz en alta definición, fuerte y con cada detalle de su forma tan particular de hablar. Tanta es la improbabilidad de este suceso, que pronto me di cuenta que estaba soñando y simplemente ignoré la voz. Mi mente se fue a soñar otras cosas sin resolver que también acumula el desván de mi pensamiento.


Pienso que, aunque no lo quisiera, mi vida ya ha quedado marcada por su presencia, por su fugaz permanencia que se ha extendido por tantos años, no sé si pudiera hablar de mi honestamente sin tomar en cuenta lo que alguna vez existió entre nosotros, como cuando te preguntan de ese pasatiempo favorito que por cuestiones ajenas a ti ya no tienes oportunidad de practicar; la vida, los compromisos y las ocupaciones te han separado de tan exquisita tarea.


Pero es superfluo decir que sólo era un pasatiempo favorito, porque resulta ser que esa persona, ese tiempo y lo que te hacía sentir, era la definición de la felicidad en la Tierra.




“And if I die, then who

Will write my poems to you?”

― Anna Akhmatova

Comentarios

Entradas populares