El Intento

Les presento mi primer intento de publicación:



En la soledad de su habitación se recostó sobre la cama e intentó hacer memoria del momento en que lo vio por primera vez, los recuerdos eran difusos pero poco a poco recordó su voz dando indicaciones durante una junta, su indiferencia hacia ella, su ego desbordante y esa sensación de disgusto que le causaba su arrogancia; como si fuera el poseedor de la verdad descalificaba con sus silencios todo lo que salía de su boca. Luego lo recordó durante una fiesta en la casa de un colega, los movimientos de su cuerpo jugando tenis de mesa, el sudor atravesando su camisa, sus gestos por el esfuerzo de ir de un lado a otro para alcanzar la bola, sus gritos recitando el score y peleando los puntos; esa insistencia por ganar, por siempre tener la razón la irritaba, simplemente le hacía repudiar a esa persona inaccesible y pedante.

Todos estaban en la terraza cuando él sacó una pequeña bolsa con hierba seca y la empezó a enrollar dentro de un papel común; a nadie le pidió permiso ni se disculpó, sólo antes de darle el primer jalón la miró a los ojos y le preguntó:

- ¿Te molesta? – a lo que ella simplemente contestó arrugando el rostro – No. – En primer lugar por la pregunta fuera de lugar, si ya había prendido el churro qué le importaba su opinión, y en segundo lugar, porqué le importaba su opinión si nunca había valorado sus aportaciones en la oficina.

- Me impresiona lo abierta que eres, con esa carita nadie se imagina que pienses así – ella pensó que era una burla; sin embargo, esa fue la primera vez que los ojos de él la miraron distinto y sintió la curiosidad de conocer el sabor de sus labios, a pesar de estar del otro lado de la habitación y estar junto a su novia que también la observaba con una sonrisa, ambas sin sospechar nada lo que en realidad pasaba por la mente de él.

Esa noche cuando ella se despidió, él hubiera querido dejar de lado a todos y seguirla hasta la oscuridad del pasillo, sorprenderla por la espalda y aprovechar esa sorpresa para robarle el sabor de sus labios, sentir las curvas de su cuerpo entre sus manos; si tan sólo hubiera sido posible, pero sólo la observó ponerse de pie y se despidió como todos con un “hasta mañana”.

En adelante cada que llegaba a la oficina se acercaba a ella, le daba un abrazo y secretamente absorbía de un respiro la fragancia de su aroma dulce, en el área de comedor buscaba conversación sobre cualquier tema, iba a su cubículo y se recargaba en el escritorio junto a ella, cerca, lo más cerca posible, empezaba a cuestionarla sobre temas personales hasta ponerla nerviosa, ella nunca se preguntó el origen de su interés, nunca notó sus intentos de rozarle los labios en esas despedidas cotidianas.

Un día él le confesó tener una curiosidad hacia ella: - Anoche me dormí pensando en ti y preguntándome qué se sentiría tenerte en mi cama – ella tembló por dentro.

- ¿Y qué te hace sentir esa curiosidad? – ella le contestó con una pregunta.

- Creo que mi interés proviene de tu seriedad y misterio, me pareces una persona inteligente pero nunca dices lo que estás pensando. - A ella ya no le molestaban sus incisivos comentarios, sólo no sabía qué contestar, qué sería lo “correcto” para no verse mal ante esa situación.

Lo dejó continuar con sus insinuaciones, jamás le pidió que se detuviera, le gustaba la forma en que le hacía cumplidos todos los días, acerca de su personalidad, su cuerpo, sus piernas; lo dejó avanzar cada vez más, aunque ella siempre fue reservada y por el contrario nunca correspondió incitándolo o alentándolo, inclusive en algunos momentos trató de detenerlo reclamándole la agresividad y el atrevimiento que cometía con sus preguntas, con sus cumplidos, muy dentro de ella no quería que se detuviera pero tampoco tomaba la valentía de darle algo de vuelta.

Él siempre alegaba que era curiosidad y que no deseaba sobrepasarse, hacer cosas fuera de la “ética”, ese plan no funcionó, quizás nunca fue sincero al respecto, estaba cazando y conocía muy bien la estrategia para salir exitoso.

A ella empezaron a gustarle cada vez más esas conversaciones, sintió que él tal vez era él aquel que esperaba, alguien con quien compartir momentos excitantes, sin compromiso, sin ataduras, sin presiones, algo nuevo en su vida, algo emocionante. Entonces le entregó la libertad de imaginarla a su gusto, de ser su fantasía, de acompañarlo a su cama y ser la protagonista de historias que nacían en la oscuridad de su habitación cada noche.

Algunas veces la acariciaba con el pensamiento, la recorría con las manos, con los labios, la probaba con su lengua y se metía en ella para sentir la cálida humedad de su cuerpo.

Ella se estremecía al escuchar sus historias, más se detenía a hacerse ilusiones y permitir que sus deseos crecieran, no quería equivocarse, poner el corazón  y no medir la realidad en contra de la fantasía, muchas veces se había llevado decepciones por esperar más de la cuenta.

Suspiró, su mente y su cuerpo volvieron por un segundo a la paz de su habitación, luego se preguntó qué le atraía de él, no entendía qué la había hecho cambiar de parecer, nunca antes lo hubiera visto de esa manera, ni siquiera se había detenido a observarlo a fondo. Esa tarde antes de salir de la oficina él le había preguntado justamente eso, - ¿Qué te gusta de mí? – ella no supo qué contestar por un segundo, luego ideó argumentar que le gustaba simplemente conversar con él, sus cumplidos; en realidad nada superficial, pero eso se lo calló. Quizás el esperaba que ella le correspondiera con halagos como él lo hacía cada día, que le dijera que le atraía físicamente, que fuera más allá del silencio, las sonrisas y la contemplación; pero no sentía una gran afinidad por su físico, era algo diferente, aún indescriptible, había algo más que ella se guardó y no se atrevió a confesar: había una obsesión creciente por escuchar cada día su voz, mirar en la profundidad de sus ojos claros, el movimiento de sus labios, sus gestos; lo empezó a desear en ese momento, como si fuera una sustancia adictiva que le recorría las venas.

Quizás después del error de haberse quedado callada, él ya no iría a buscarla más, ¿qué buscaría si sólo había encontrado indiferencia?; pero ella deseó nunca salir de su mente, volverse una necesidad constante, que la buscara y no fuera capaz de resistir las ansias de sentirla entre sus brazos para por fin hacer realidad lo que hasta ahora sólo había sido fantasía.



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